
Horoscopo 08/04/2025
8 de abril de 2025
Franz Shubert
9 de abril de 2025El sillón seguía en su lugar, junto a la ventana donde la luz de la tarde se colaba en rayos tímidos. Clara lo miraba desde la cocina, con una taza de café enfriándose entre sus manos. No era el mismo sillón, no realmente. Desde que él se fue, parecía más un hueco que un mueble, un espacio que absorbía el aire en lugar de ocuparlo. Antes, lo veía ahí, con el periódico abierto y los anteojos resbalándole por la nariz, murmurando algo sobre el clima o las noticias. Ahora, solo estaba el silencio, un silencio que pesaba como si tuviera vida propia.
Esa mañana, Clara había encontrado una de sus camisas en el fondo del armario. Olía a jabón de lavanda y a algo más, algo que no podía nombrar pero que le apretó el pecho hasta dejarla sin aliento. Se sentó en el borde de la cama, con la tela arrugada entre los dedos, y por un momento creyó que si cerraba los ojos lo escucharía entrar por la puerta, con ese paso lento y el tintineo de las llaves. Pero no pasó. El mundo seguía girando, indiferente, mientras ella se quedaba atrapada en un instante que ya no existía.
A veces, el dolor era un grito que no salía, una presión detrás de los ojos que se negaba a convertirse en lágrimas. Otras veces, era más pequeño, más traicionero: el sonido de una risa en la calle que le recordaba la suya, o el aroma del pan recién horneado que él siempre pedía los domingos. Clara no sabía cómo seguir, pero seguía. Preparaba el café aunque nadie lo tomara con ella, colgaba la ropa aunque nadie la usara. Era como si, al mantener esas rutinas, pudiera engañarse y pensar que no todo se había perdido.
Una tarde, mientras regaba las plantas del patio, vio una mariposa posarse en el rosal que él había plantado años atrás. Se quedó quieta, observándola, y por un segundo sintió que algo se aligeraba dentro de ella, como si el aire volviera a circular. No era felicidad, no todavía, pero era algo. Un respiro. Pensó en él, en cómo le habría señalado la mariposa con esa sonrisa suya, y aunque dolió, también la hizo esbozar una mueca que casi parecía una sonrisa.
Clara sabía que el dolor no se iría del todo. Se quedaría como una sombra suave, un eco que aparecería en los días grises o en las noches demasiado largas. Pero también sabía que, entre las grietas de esa pérdida, había pedazos de lo que habían sido. Y eso, aunque roto, seguía siendo suyo.