
Noticias Express
14 de mayo de 2025
FESTIVAL DE EUROVISION
15 de mayo de 2025Lucía siempre había sentido un nudo en el estómago cada vez que miraba el viejo puente colgante del pueblo. Las tablas crujían, las cuerdas parecían gastadas, y el río rugía allá abajo, como si quisiera tragarse a cualquiera que se atreviera a cruzarlo. Desde pequeña, evitaba ese camino, aunque significara dar un rodeo de una hora para llegar al mercado. «No es para mí», se decía, mientras el miedo le apretaba el pecho.
Un día, su abuela, que vivía al otro lado del puente, cayó enferma. No había nadie más en el pueblo que pudiera llevarle las medicinas, y el tiempo apremiaba. Lucía se quedó mirando el puente desde lejos, con las manos temblorosas y el corazón a mil. «No puedo», pensó. Pero luego imaginó a su abuela, sola, esperando. Algo dentro de ella se encendió.
Dio un paso. Luego otro. El puente se balanceaba bajo sus pies, y cada crujido era como un grito en su cabeza. Cerró los ojos por un segundo, respiró hondo y se dijo: «Solo un paso más. Solo uno». El miedo no se iba, pero Lucía empezó a hablarle, como si fuera un viejo amigo. «Sé que estás ahí, pero hoy no mandas tú».
Cuando llegó al otro lado, sus piernas temblaban, pero una sonrisa le cruzó la cara. No fue solo cruzar el puente; fue darse cuenta de que el miedo no era más grande que ella. Desde ese día, cada vez que algo la asustaba, recordaba el crujido de las tablas y cómo, paso a paso, lo había vencido.