Su destino era la carrera de armas, pero su salud y un asunto de familia le hicieron tomar los hábitos. En sus años como obispo de Luçon, donde cada día tenía que convivir con la pobreza de sus habitantes, tomo conciencia de los dos grandes problemas de Francia, la debilidad del rey y los hugonotes, el entonces obispo albergó dos sueños, el fin de las guerras religiosas y la construcción de un estado dentro de un estado.

Enjuto, pálido, de rostro anguloso y exquisitas maneras, no carecía de atractivo para las mujeres, pero, aunque sus enemigos le atribuyeron varios amoríos, ninguno pudo probarse. Permanentemente rodeado por un grupo de médicos que lo sangraban y purgaban implacablemente, el cardenal fue descrito por uno de sus adversarios como “infeliz en su felicidad”, inflexible, melancólico y colérico. Aunque él afirmaba que sus furores estaban todos inspirados en la razón de Estado, a veces incurría en cierto histrionismo al que aludió María de Médicis diciendo: “Llora cuando quiere”. 

Notable hipocondríaco, caía en estados de postración y sufría constantes jaquecas. Gran parte de sus textos religiosos y comedias, así como los dictados, los escribió en largas noches de insomnio. Amante de la música y apasionado coleccionista de libros, pinturas y esculturas antiguas, le gustaba la pompa y el boato, que consideraba propios de una persona de su categoría política y de su estatus como príncipe de la Iglesia.

Esta noche en De paseo por la Historia . . .El Cardenal Richelieu

22:00, hora España, en www.radioavalon.es

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