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Biografía de Antonio Molina
Antonio Molina, cuyo nombre completo era Antonio Molina de Oses Castillo Hidalgo, fue uno de los más grandes exponentes del flamenco y la copla española en el siglo XX. Nacido el 9 de marzo de 1928 en Totalán, un pequeño municipio de la provincia de Málaga, en el seno de una familia humilde de origen campesino, Molina creció en un entorno marcado por la pobreza. Sus padres, Francisco Molina y Antonia de Oses, también nacidos en Totalán, lo criaron junto a sus tres hermanos en un ambiente rural, donde desde muy temprana edad Antonio tuvo que contribuir al sustento familiar trabajando en diversos oficios.
Infancia y primeros pasos
Desde los 8 años, Molina laboró como pastor para unos ganaderos locales, y a lo largo de su niñez y adolescencia probó suerte en empleos como lechero, tapicero, camarero, albañil y hasta aspirante a torero, reflejando su espíritu inquieto y su deseo de escapar de la miseria. Se escapó de casa en dos ocasiones, motivado por la necesidad de buscar una vida mejor, hasta que a los 14 años se mudó a Madrid en busca de oportunidades artísticas. Desde los 10 años, sin embargo, mostró un talento innato para el cante flamenco, participando en concursos locales y programas de radio que lo catapultaron a la fama temprana.
Carrera artística
En la capital española, Molina debutó profesionalmente en 1947 en el tablao «Las Cuevas de Luis Candela», donde su voz cristalina y su falsete único —considerado irrepetible— lo convirtieron rápidamente en una estrella del género. En los años 50, se consolidó como el cantante de flamenco y copla más popular de España, grabando éxitos como Gachó, Cosas de mujeres, Échame un capote en Jerez y La niña de Puerta Oscura, que vendieron millones de copias. Su estilo combinaba la pureza del flamenco con la emotividad de la copla andaluza, y su carisma lo llevó a actuar en giras internacionales por América Latina y Europa.
Molina también brilló en el cine y el teatro. Participó en más de una docena de películas, entre las que destacan El pescador de coplas (1953), Esa voz es una mina (1955), La hija de Juan Simón (1957), El Cristo de los faroles (1958), Café de Chinitas (1961) y Puente de coplas (1962), donde no solo cantaba sino que también bailaba y actuaba. En el teatro, estrenó espectáculos casi anualmente hasta 1986, colaborando con figuras como Rafael Farina. Incluso el dictador Francisco Franco lo admiraba, invitándolo anualmente a cantar en el Palacio de San Ildefonso y regalándole un coche de lujo para sus giras, simbolizando su estatus como ícono del triunfo español.
Vida personal y legado
En 1952, Antonio se casó con Ángela Tejedor, con quien tuvo ocho hijos, varios de los cuales siguieron sus pasos en el mundo del espectáculo: la actriz Ángela Molina (n. 1955), el actor y cantante Miguel Molina, y otros como Paula, Noel y Mónica Molina. Fue un padre y esposo devoto, y su familia mantiene viva su saga artística.
Molina falleció el 18 de marzo de 1992 en Madrid, a los 64 años, víctima de una fibrosis pulmonar que lo aquejaba desde 1989. Su muerte conmocionó a España, y su legado perdura en el flamenco contemporáneo. En su Málaga natal, la Plaza Antonio Molina —inaugurada en 2002 y renovada en 2017 con una escultura de bronce del artista Jaime Pimentel— rinde homenaje eterno a su memoria, junto a un mosaico conmemorativo. Hoy, su voz sigue evocando la esencia andaluza, inspirando a generaciones de artistas.

