Alfonso X de Castilla y León fue un digno sucesor del rey santo, Fernando III, y, por lo visto, se ganó sobradamente el apodo con el que pasaría a la historia, el sabio. De él perdura un buen recuerdo por sus logros culturales, como por ejemplo la composición de las cantigas, en origen, composiciones profanas propias de la lírica gallego-portuguesa. Este género se desarrolló en la Edad media, especialmente entre los siglos XIII y mediados del XIV, en los Reinos de Galicia y Portugal, aunque también fue cultivado en otros lugares de la península Ibérica, como es el caso de las Cantigas de Santa María de Alfonso X, compuestas en lengua romance para ser cantadas y acompañadas de música. Pero el rey sabio también cometió errores, y quizás no fue tan conciliador y brillante como la imagen que de él nos ha llegado hasta nuestros días. Culto y políglota, entre otras cualidades, de Alfonso X se cuenta que también era narcisista, ambicioso y derrochador, cometiendo graves errores, sobre todo en sus últimos años.

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